Una sociedad equitativa que
logra, mediante su sistema distributivo, indicadores de servicios sociales y de
consumo universales en etapas de lento crecimiento de los indicadores
productivos como el Producto Interno Bruto o, incluso, en etapas de su
estancamiento o disminución, debe al propio tiempo, para sustentar e
incrementar la justicia social, hacer crecer sus indicadores productivos, hacer
crecer la producción de bienes y servicios. A esta altura del desarrollo de la
Humanidad, ello demanda observar, simultáneamente, un respeto creciente por la
situación medioambiental. Como señaló, en su momento, uno de los primeros
sociólogos de habla española en insistir en los aspectos sociales del
desarrollo económico, el énfasis en estos aspectos no puede hacer olvidar que
en parte alguna está dicho que el crecimiento económico en sí sea un puro error
y que los cálculos de su posibilidad puedan arrojarse libremente por la borda
(Medina 1991). Junto a ese crecimiento, cuyos indicadores se expresan,
esencialmente, en términos cuantitativos, las consideraciones de carácter
cualitativo han hecho pasar del concepto de “crecimiento” al concepto de
“desarrollo”, y de éste al de desarrollo Es posible, por supuesto, y dentro de
ciertos límites, aumentar la producción, aplicando modos tecnológicos
empíricos, tradicionales y hasta primitivos, vistos desde una óptica actual.
Desde luego, la historia de la Humanidad conoce más de una civilización fundada
y desenvuelta en estos modos, pero es difícil sostener que el logro de altos
indicadores en la producción de bienes y servicios pueda alcanzarse sin la
aplicación, en una escala considerable, de tecnologías contemporáneas con
frecuencia denominadas, indistinta y laxamente, “modernas”, “avanzadas”, “de
punta”, derivadas de la investigación científica. Aunque la disponibilidad de
tecnologías modernas no es condición suficiente para un desarrollo humano
consecuente, sí resulta, en última instancia, condición necesaria: no existe
otra vía como no sea el uso responsable de esa tecnología para asegurar, por
ejemplo, alimentos a los 8 300 millones de habitantes que tendrá nuestro
planeta en el año 2005 (Clark 1998). Por otra parte, dadas las
características actuales de la economía internacional, es necesario insertarse
en ella con productos y servicios competitivos, obtenidos cada vez más por la
acción del progreso técnico. No se puede preservar indefinidamente la justicia social
y, mucho menos, lograr un desarrollo humano sostenible, sin un respaldo
productivo básico, sólidamente tecnificado, que posibilite obtener los recursos
financieros indispensables. Una visión prospectiva exige considerar que en los
países subdesarrollados se está
en presencia de una pérdida
paulatina, de tendencia secular, de las ventajas comparativas basadas en el
precio de los factores de producción clásicos. Aun cuando nadie sea hoy capaz
de predecir todos los momentos puntuales futuros, en los que esta tendencia
inexorable se irá manifestando, la competitividad no puede ser “espuria”, tiene
que ser “auténtica”, es decir, tiene que estar basada, esencialmente, en el
progreso técnico y la innovación (Fajnzylber 1990). Pero sólo una sociedad
equitativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario