miércoles, 20 de marzo de 2013

LAS IMPLICACIONES Y APORTACIONES DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN LA HUMANIDAD


Una sociedad equitativa que logra, mediante su sistema distributivo, indicadores de servicios sociales y de consumo universales en etapas de lento crecimiento de los indicadores productivos como el Producto Interno Bruto o, incluso, en etapas de su estancamiento o disminución, debe al propio tiempo, para sustentar e incrementar la justicia social, hacer crecer sus indicadores productivos, hacer crecer la producción de bienes y servicios. A esta altura del desarrollo de la Humanidad, ello demanda observar, simultáneamente, un respeto creciente por la situación medioambiental. Como señaló, en su momento, uno de los primeros sociólogos de habla española en insistir en los aspectos sociales del desarrollo económico, el énfasis en estos aspectos no puede hacer olvidar que en parte alguna está dicho que el crecimiento económico en sí sea un puro error y que los cálculos de su posibilidad puedan arrojarse libremente por la borda (Medina 1991). Junto a ese crecimiento, cuyos indicadores se expresan, esencialmente, en términos cuantitativos, las consideraciones de carácter cualitativo han hecho pasar del concepto de “crecimiento” al concepto de “desarrollo”, y de éste al de desarrollo Es posible, por supuesto, y dentro de ciertos límites, aumentar la producción, aplicando modos tecnológicos empíricos, tradicionales y hasta primitivos, vistos desde una óptica actual. Desde luego, la historia de la Humanidad conoce más de una civilización fundada y desenvuelta en estos modos, pero es difícil sostener que el logro de altos indicadores en la producción de bienes y servicios pueda alcanzarse sin la aplicación, en una escala considerable, de tecnologías contemporáneas con frecuencia denominadas, indistinta y laxamente, “modernas”, “avanzadas”, “de punta”, derivadas de la investigación científica. Aunque la disponibilidad de tecnologías modernas no es condición suficiente para un desarrollo humano consecuente, sí resulta, en última instancia, condición necesaria: no existe otra vía como no sea el uso responsable de esa tecnología para asegurar, por ejemplo, alimentos a los 8 300 millones de habitantes que tendrá nuestro  planeta en el año 2005 (Clark 1998). Por otra parte, dadas las características actuales de la economía internacional, es necesario insertarse en ella con productos y servicios competitivos, obtenidos cada vez más por la acción del progreso técnico. No se puede preservar indefinidamente la justicia social y, mucho menos, lograr un desarrollo humano sostenible, sin un respaldo productivo básico, sólidamente tecnificado, que posibilite obtener los recursos financieros indispensables. Una visión prospectiva exige considerar que en los países subdesarrollados se está
en presencia de una pérdida paulatina, de tendencia secular, de las ventajas comparativas basadas en el precio de los factores de producción clásicos. Aun cuando nadie sea hoy capaz de predecir todos los momentos puntuales futuros, en los que esta tendencia inexorable se irá manifestando, la competitividad no puede ser “espuria”, tiene que ser “auténtica”, es decir, tiene que estar basada, esencialmente, en el progreso técnico y la innovación (Fajnzylber 1990). Pero sólo una sociedad equitativa.


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