Un
invento de carácter científico desarrollado en México y su
trascendencia para la comunidad
La
Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología en la “Sociedad
del Conocimiento”
La
noción de “sociedad del conocimiento” (knowledge society) surgió
hacia finales de los años 90 y es empleada particularmente en medios
académicos, como alternativa de “sociedad de la información”.
La UNESCO, en particular, ha adoptado el término “sociedad del
conocimiento”, o su variante “sociedades del saber”, dentro de
sus políticas institucionales. Se trata de un modo de caracterizar a
las profundas transformaciones que vienen con la acelerada
introducción en la sociedad de la inteligencia artificial y de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
La
sociedad iberoamericana, reconoce la Organización de Estados
Iberoamericanos (O.E.I.), al igual que el conjunto de sociedades
mundiales, se encuentra en el advenimiento de un nuevo marco de
actuación que proviene del desarrollo tecnológico, sustentado, muy
especialmente, en las nuevas tecnologías de la comunicación y la
información y en la biotecnología.
Ello
ha hecho que paralelamente a este nuevo marco se desarrolle una
sociedad que hace algo más de una década, Ulrick Beck introducía y
popularizaba con el concepto de "sociedad del riesgo". Para
este autor, en nuestros días vivimos característicamente en una
sociedad de alto riesgo: la tecnología actual ha creado nuevas
formas de riesgo e impone una peligrosidad cualitativamente distinta
a la del pasado. Según Beck, desde la perspectiva de un país muy
desarrollado, nos encaminamos hacia una nueva modernidad en la que el
eje que estructura nuestra sociedad industrial no es ya la
distribución de bienes sino de males. No es la distribución de la
riqueza, sino la distribución del riesgo, lo que moviliza hoy a
numerosos colectivos sociales. El problema se duplica en la región
iberoamericana, ya que a la necesidad de una política de
distribución se añaden los peligros de la llegada de riesgos desde
otras naciones.
Mediante
la regulación las sociedades contemporáneas tratan de gestionar y
controlar el riesgo. Pero para que estas regulaciones sean efectivas
es necesario, entre otras cosas, conocer los posibles efectos
ambientales y sobre la salud de los distintos desarrollos
tecnológicos. En las últimas décadas una parte importante de la
actividad científica ha estado dedicada a este objetivo. Al ser el
riesgo un asunto socialmente controvertido, la actividad científica
dedicada a su análisis se ha convertido también en objeto de debate
público (e.g., la biotecnología, el cambio climático).
Convivir
con el riesgo plantea a las sociedades contemporáneas importantes
cuestiones de carácter político. Aparecen, por ejemplo, problemas
relativos al papel de los expertos en la elaboración de políticas
públicas encaminadas a la regulación del riesgo. Se plantea también
la cuestión de la justicia en la distribución social de riesgos y
la participación pública en su gestión. Y dado que muchos de los
riesgos tecnológicos actuales no respetan las fronteras nacionales,
surgen problemas también relativos a la coordinación internacional.
Paralelamente
se produce la necesidad de ir aportando elementos que posibiliten una
democracia real en este nuevo marco regido por nuevas variables que
ayuden el fomento de la participación pública en el diseño de esta
nueva sociedad.
Por
otra parte, las Administraciones Públicas no pueden permanecer
aisladas y ajenas a las profundas transformaciones que las
tecnologías avanzadas de la información y de las comunicaciones
están produciendo en todo el mundo, sino que han de integrarse en la
Sociedad del Conocimiento, a fin de mejorar la calidad de sus
servicios a los ciudadanos y a la sociedad, recomienda la O.E.I.
Es
necesario destacar que la sociedad del conocimiento no es algo que
exista actualmente, es más bien un ideal o una etapa evolutiva hacia
la que se dirige la humanidad una etapa posterior a la actual era de
la información, y hacia la que se llegará por medio de las
oportunidades que representan los medios y la humanización de las
sociedades actuales, mientras la información sólo siga siendo una
masa de datos indiferenciados, hasta que todos los habitantes del
mundo no gocen de una igualdad de oportunidades en el ámbito de la
educación para tratar la información disponible con discernimiento
y espíritu crítico, analizarla, seleccionar sus distintos elementos
e incorporar los que estimen más interesantes a una base de
conocimientos, entonces seguiremos estando en una sociedad de la
información, y no habremos evolucionado hacia lo que serán las
sociedades del conocimiento.
El
Informe Mundial de la UNESCO sobre la Comunicación y la Información
1999-2000 deja bien claro que el desarrollo de Internet, y en
general, los progresos tecnológicos, constituyen una innovación
fundamental capaz de contribuir al desarrollo de la denominada
“Sociedad del Conocimiento”. Las oportunidades de Internet “no
se limitan a los soportes de la comunicación, sino a los contenidos
y a su forma de distribución y utilización”, resalta.
Asociadas
a este término de Sociedad del Conocimiento se han acuñado dos
siglas que están íntimamente relacionadas entre sí: Ciencia,
Tecnología y Sociedad (CTS) y Comunicación Pública de la Ciencia y
la Tecnología (CPCT) o PCST, por sus siglas en inglés (Public
Communication of Science and Technology).
Ciencia,
Tecnología y Sociedad:
Los
estudios sociales de la ciencia y la tecnología, o estudios sobre
ciencia, tecnología y sociedad (CTS), constituyen hoy un vigoroso
campo de trabajo donde se trata de entender el fenómeno
científico-tecnológico en contexto social, tanto en relación con
sus condicionantes sociales como en lo que atañe a sus consecuencias
sociales y ambientales. El enfoque general es de carácter crítico,
con respecto a la clásica visión esencialista y triunfalista de la
ciencia y la tecnología, y también de carácter interdisciplinar,
concurriendo en él disciplinas como la filosofía y la historia de
la ciencia y la tecnología, la sociología del conocimiento
científico, la teoría de la educación y la economía del cambio
técnico.
CTS
se origina hace tres décadas a partir de nuevas corrientes de
investigación empírica en filosofía y sociología, y de un
incremento en la sensibilidad social e institucional sobre la
necesidad de una regulación pública del cambio
científico-tecnológico (López Cerezo: 1998). Las siglas CTS,
universalmente aceptadas hoy, hacen referencia a las interrelaciones
entre los avances de la Ciencia, las aplicaciones de la Tecnología y
las respectivas implicaciones, positivas o negativas, sobre CTS,
aparecidos después de la segunda guerra mundial, se caracterizaron
pronto por poner de relieve la falsedad de un pretendido carácter
aséptico, puro, del conocimiento científico-tecnológico, puesto al
servicio de la sociedad pero no se sabe bien qué instancias
supuestamente neutrales.
Conforme
avanzaba la década de los sesenta creció también el carácter
aleatorio del cambio científico-tecnológico, y su problematicidad
esencial respecto de sus beneficios sociales se puso de manifiesto de
una manera evidente: los residuos tóxicos, pérdidas radiactivas de
las centrales nucleares, contaminación atmosférica, degradación
ambiental, entre otros. En los setenta, los estudios CTS pusieron
énfasis en la ciencia y la tecnología como un producto social que
implica valores y alberga intereses, no todos legítimos: la
conflictividad subyacente a las relaciones CTS indicaban ya que en
ningún momento esas relaciones habían dejado de ser fenómenos
ajenos a la política. Por otra parte, a partir de esos años los
estudios CTS han ido adquiriendo carta de naturaleza no sólo en los
institutos especializados o agencias oficiales, sino también en las
propias universidades donde constituyen un campo de trabajo bien
consolidado.
El
sistema de Ciencia y Tecnología está estrechamente ligado con la
Sociedad a través de múltiples vínculos. Por una parte se destaca
la esfera política, en la que se establecen las prioridades para el
desarrollo científico-tecnológico, se financian las actividades
científico-técnicas del sector público y se gestiona una buena
parte de los recursos del sistema. Además la Ciencia está unida a
la economía de mercado, que a través de las empresas financia una
parte importante de las actividades de I+D y utiliza las aplicaciones
tecnológicas. Pero además de estos vínculos existen otros menos
cuantificables, aunque no menos importantes, que conectan la
actividad científico-técnica con la cultura de la sociedad en su
conjunto.
La
distancia entre la Ciencia y la Sociedad se va acortando poco a poco.
Hasta no hace mucho tiempo se percibía el mundo de la Ciencia y de
los científicos como alejado de la vida cotidiana. Sin embargo,
actualmente se observa que determinados planteamientos de la Ciencia
constituyen una parte central de la inquietud social en lo que
concierne a las decisiones políticas, éticas o profesionales que
afectan a la calidad de la vida. El desarrollo de la medicina, la
informática, la biotecnología, la ecología o la astrofísica están
en primer plano del interés de grupos de ciudadanos cada vez más
amplios, que solicitan no sólo mantenerse informados sino adentrarse
en los conocimientos que se están abriendo paso y que son objeto de
debate apasionado. Son un ejemplo actual de lo que puede llegar a
ocurrir en muchas otras disciplinas científicas. Ello cuenta con el
importante inconveniente de que la progresiva especialización que el
cultivo de las Ciencias ha dado como resultado que la comunidad
científica sea considerada, valorada, e incluso temida, como un
sector social que posee conocimientos inaccesibles para el común de
los ciudadanos.
A
lo largo de la Historia, se ha hecho evidente que la Ciencia y la
Tecnología son componentes esenciales de la cultura de las
sociedades modernas. En consecuencia, los contenidos
científico-técnicos han ocupado siempre un lugar común en
cualquiera de los sistemas de la enseñanza básica, en los que se
transmiten la cultura al conjunto de la sociedad. En las sociedades
avanzadas actuales se está registrando una nueva demanda derivada
del vertiginoso avance de todos los campos de la Ciencia.
El
esfuerzo que realiza la sociedad, dotando al sistema de Ciencia y
Tecnología de recursos materiales y humanos reclama en contrapartida
una información cada vez más amplia y rigurosa sobre la Ciencia y
la Tecnología que está financiando: sobre su valor, sus
aplicaciones, las posibilidades de desarrollo, los problemas sociales
que se pueden resolver o los nuevos problemas que pueden surgir como
consecuencia del desarrollo científico y técnico, las opciones que
se plantean en política científica, etc. Además, la difusión de
la cultura científico-técnica no sólo satisface una demanda
social, sino que redunda a su vez en beneficio del propio desarrollo
del sistema. Una sociedad científicamente culta estará mejor
dispuesta a apoyar las actividades científicas y tecnológicas, pero
también estará más preparada para aprovechar todas las
oportunidades de innovación y de mejora del bienestar que
proporciona el desarrollo científico.
Sin
embargo, el propio crecimiento acelerado del sistema, con la
constante aparición de nuevos conocimientos y aplicaciones, hace
cada vez más difícil su integración en el conjunto de la cultura a
través de los mecanismos tradicionales. De ahí que se haya ido
extendiendo ampliamente el reconocimiento de la necesidad de adoptar
medidas explícitas encaminadas a difundir la cultura
científico-técnica, y a potenciar su integración en el conjunto de
la cultura como un complemento imprescindible de las actuaciones
tradicionales de las políticas públicas en Ciencia y
Tecnología.
Ante
la evidencia que en la Argentina si bien hay consenso en la sociedad
sobre el papel que juegan la ciencia y la tecnología en el
desarrollo y crecimiento de los pueblos y que en éstas todavía no
ocupan el lugar central que debieran los estudios de Ciencia,
Tecnología y Sociedad buscan producir conocimientos para comprender
mejor estas relaciones y ponerlas en el debate público.
La
doctora Sara Rietti, coordinadora académica de la Maestría en
Políticas de Gestión de la Ciencia y la Tecnología de la
Universidad de Buenos Aires reconoce en una nota publicada en
“Paraninfo” , órgano de comunicación de la Universidad Nacional
del Litoral, “que si bien hace décadas que surgieron movimientos
teóricos que dieron origen a los estudios de CTS, campo formado por
investigadores provenientes de distintas ramas disciplinares pero con
un objetivo esencial común: reflexionar y producir conocimiento
sobre la ciencia, sus producciones, sus actores, el surgimiento de
nuevas áreas, sus consecuencias económicas, sociales y ambientales,
etc. en nuestro país y en nuestra región este estudio se vio más
vinculado con lo que se llama política científica y tecnológica.
Se pensaba en la relación ciencia, tecnología y sociedad vinculada
con la formulación de políticas de estado para orientar la ciencia
y la tecnología en relación con el desarrollo”.
“Y
lo paradojal –admite la investigadora- es que la ciencia y sus
actores, acostumbrados a tener objetos de estudio, se convierten
ellos mismos en objeto de estudio de otros investigadores, lo que a
priori genera en algunos casos resistencia.”
A
tal punto que a muchos investigadores no les gusta oír hablar de CTS
“porque es una mirada crítica sobre la misma práctica”, y
defiende una idea de una ciencia que no es neutral, concepción que
no es siempre bienvenida entre los investigadores.
Los
estudios de CTS comprenden un campo que de a poco se va afianzando en
universidades y centros de investigación del mundo entero. En ellos
un grupo de investigadores trabaja estos temas en las áreas de
investigación, docencia y extensión con el objetivo de no sólo
producir conocimientos en este campo, sino también para iniciar a
los estudiantes universitarios, tal vez futuros investigadores, en
este tipo de reflexiones, para intentar comprender qué sociedad
estamos construyendo con nuestra ciencia y nuestra tecnología, y
para que estos temas no sean sólo discutidos por los expertos, sino
por toda la sociedad.
La
Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología (CPCyT):
Por
Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología se entiende hoy
(Calvo Hernando: 2003) cualquier sistema susceptible de ser vehículo
de comunicación científica para la gente común. La comunicación
pública de la ciencia se propone provocar una apropiación cultural
de contenidos científicos. Cada país, cada cultura, tiene que
desarrollar sus propias vías y modos de acción cultural específica,
aunque pueda inspirarse en lo hecho fuera.
El
concepto de Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología
abarca el conjunto de actividades de comunicación que tienen
contenidos científicos divulgadores y destinados al público
especialista. La CPCT utiliza técnicas de la publicidad, el
espectáculo, las relaciones públicas, la divulgación tradicional,
el periodismo, y otras. En cambio, excluye de su campo, como es
lógico, la comunicación entre especialista con fines docentes o de
investigación.
La
CPCT incluye, entre otras actividades, museología científica,
periodismo científico, asociaciones de ciencia/tecnología/sociedad,
ciencias de la información y de la comunicación, relaciones
públicas de los centros de investigación, etc. y abarca hechos tan
distintos como exposiciones, uso de medios audiovisuales, coloquios,
conferencias, actividades para jóvenes, objetos y mecanismo
interactivos y las técnicas que empiezan a configurar una
transformación revolucionaria en la producción y la difusión del
conocimiento. Comprende acontecimientos de cualquier tipo que tengan
como consecuencia la difusión de la cultura científica del
público.
No
se trata solamente de medios informativos, sino de museos y
exposiciones, materiales audiovisuales, programas informáticos y
otros equipamientos interactivos, maquetas, talleres, clubes y
campamentos infantiles, pintura y escultura, teatro, cine,
conferencias, seminarios, etc.
“La
difusión de los conocimientos científicos no sólo supone la
transmisión de éstos por parte de una elite docta a una muchedumbre
de ignorantes, sino que también implica una clara visión de los
objetivos y medios de esa difusión. En efecto, algunos científicos
asimilan la divulgación científica a una actividad publicitaria
poco valorizante, e incluso a una forma de pseudociencia, es decir a
un discurso que con apariencias de presentación científica no tiene
por objeto producir un saber empírico susceptible de ser utilizado y
criticado por la comunidad científica, sino que pretende servir a
designios de índole política, ideológica o económica” –
destaca el Informe Mundial de la UNESCO 2005 Hacia las sociedades del
conocimiento.
Esta
concepción denota a veces una visión elitista de la ciencia
considerada como referencia única del saber. Naturalmente es
importante distinguir la comunicación científica tal como se hace
en los coloquios o artículos destinados a especialistas y la
difusión de la ciencia en los media, cuya finalidad es transmitir la
significación general de una cuestión científica. Se debe conceder
a estas dos formas de transmisión del conocimiento toda la atención
que exigen.
Entre
los media susceptibles de difundir los conocimientos científicos
figuran el libro, la televisión, la radio e Internet, así como la
organización de conferencias y eventos destinados a sensibilizar al
público a los distintos aspectos de la ciencia y la tecnología. La
divulgación científica se efectúa, por consiguiente, a través de
vectores clásicos y recientes de comunicación social, y tiene
también en cuenta la idea de que las relaciones evolucionan entre
los científicos y los no científicos, es decir el público en
general, los encargados de adoptar decisiones y los periodistas.
La
comunicación con el público es una actividad delicada porque exige
de los científicos un esfuerzo de traducción de su pensamiento, y
también un talento especial. La divulgación científica constituye
el mejor baluarte contra la difusión de teorías pseudocientíficas
y ofrece a todos los medios necesarios para detectar y poner al
descubierto las supercherías que se arropan en un manto científico.
La pseudociencia, que suele ser una estrategia mediática en la
mayoría de los casos, prospera cuando los científicos renuncian a
dedicar tiempo a la divulgación de sus trabajos.
Los
últimos años están siendo testigos del establecimiento de un nuevo
compromiso social con la ciencia, que afecta a los ciudadanos, a los
gobiernos, a los educadores, a las instituciones públicas, a las
empresas, a los medios de comunicación, y también a los
científicos. Como han señalado distintos autores, la comunidad
científica se está viendo inmersa en una redefinición del
"contrato social para la ciencia" que había venido
gobernando la práctica y la profesión científica, y sus relaciones
con la sociedad y con el público. En este contexto, los científicos
deben prepararse no sólo para ser investigadores, sino también para
participar en la divulgación y comunicación pública de la ciencia,
respondiendo a la necesidad de mejorar el acceso a la ciencia del
público en general.
El
acercamiento de los científicos al público emerge en numerosas
ocasiones de iniciativas particulares que tienen mucho que ver con su
voluntad personal, su carácter más o menos abierto, su compromiso
social, y muchos otros parámetros. Un trabajo de investigación
realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC ) de Madrid en el año 2005 a cargo María José Martín
Sempere y Jesús Rey Rocha titulado “Cultura Científica y
Comunicación de la Ciencia en la Comunidad de Madrid destinado a
incentivar la participación de los científicos en las actividades
de divulgación científica” investiga las motivaciones de los
científicos para involucrarse en estas actividades, concretamente
para participar en aquellas que, como las Ferias de la Ciencia,
requieren una interacción directa con el público.
En
el trabajo de investigación mencionado los autores reconocen que no
obstante, la participación de los científicos en actividades de
Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología sigue siendo
escasa y limitada a determinados foros o medios. Las causas que
subyacen tras esta actitud son seguramente complejas, determinadas
por múltiples factores, como la multitud de labores y gestiones que
acompañan habitualmente a su trabajo de investigación, o la escasa
importancia que se da a estas tareas a la hora de evaluar la
actividad de los científicos, entre otros. No hay que olvidar que,
aún siendo conscientes de la importancia que entraña la información
y formación científica de la sociedad, la participación en
actividades de divulgación científica, particularmente en aquellos
que entrañan un contacto más directo con el público, como pueden
ser las Semanas y Ferias de la Ciencia, supone a los científicos un
desvío de sus actividades cotidianas de investigación, y un
esfuerzo de simplificación y de adaptación de su lenguaje habitual
para hacerlo comprensible al gran público; en definitiva, una
alteración de sus esquemas habituales de trabajo y comunicación,
para adaptarlos a los de un público al que, en la mayoría de los
casos, perciben como algo distante. Esfuerzo que no siempre se ve
recompensado de forma tangible. De aquí, la importancia de animar e
incentivar al investigador, fomentar su acercamiento al gran público,
de igual modo que se fomenta el acercamiento inverso, el interés del
ciudadano por la Ciencia y la Tecnología-concluye.
La
divulgación científica tiene que desempeñar, por consiguiente,
papel indispensable de acreditación de aquellos conocimientos que la
comunidad científica estima legítimos.
Las
publicaciones científicas destinadas al público en general siguen
siendo uno de los mejores medios para dar a conocer no sólo las
tradiciones, sino también las innovaciones científicas. Para los
científicos, esas publicaciones constituyen un medio para expresar
su opinión sobre el lugar que ocupa la ciencia en la sociedad. Pese
a que esta forma de divulgación es antigua, se puede augurar que
–independientemente de su evolución futura- seguirá siendo una de
las formas más pertinentes de difusión, porque se adapta tanto al
formato impreso como al digital.
Los
medios de comunicación de masa –canales de televisión, emisoras
de radio, periódicos y revistas –y sus versiones interactivas son
esenciales para la difusión de una cultura científica accesible a
todos. Algunos científicos se quejan de que esos medios simplifican,
deforman o caricaturizan la ciencia. No obstante, si la comunidad
científica desea que la investigación esté adecuadamente
representada en los media, son sus propios miembros quienes tienen
que tomar la iniciativa y familiarizarse con las técnicas de
comunicación utilizadas en los media no científico. Es de la
incumbencia de las instituciones científica crear instrumentos de
divulgación científica para los medios informativos, así como para
el público en general, las organizaciones no gubernamentales y los
organismos gubernamentales e internacionales. A este respecto, se
pueden mencionar los proyectos de canales de información continua
dedicados a informaciones científicas generales o relacionadas con
la actualidad. Esta forma de divulgación de la ciencia estaría
destinada tanto a los científicos como al público, pero también
podría servir de referencia a los demás medios informativos y los
encargados de adoptar decisiones, como ocurre en otros sectores,
comprendido el de la información clásica.
Es
interesante para medir el alcance de la difusión, la comunicación
que se realiza dentro del ámbito científico y la divulgación
científica la que se lleva a cabo extra muros universitarios,
comparar la tirada de los best sellers de la literatura científica
destinadas al público en general con la de las principales revistas
científicas.
A
estos efectos se puede recurrir a un trabajo realizado a finales de
2003 que establecía que la revista Science contaba con 128.000
suscriptores, la revista Nature con 65.000 y la revista The Lancet
con 35.000 (estas cifras no comprendían las consultas de artículos
de libre acceso en Internet). Además, conviene destacar que el 82%
de los suscriptores de la revista Science residían en América del
Norte, en comparación con un 10% en Europa, un 5,7% en Asia, un 1%
en América Latina, un 0,7% en Asia y el Pacífico, un 0,4% en el
Oriente Medio y un 0.2% en África. A título comparativo, cabe
señalar que se vendieron en todo el mundo más de 10 millones de
ejemplares de la obra de Stephen Hawkins titulada Breve historia del
tiempo.
La
problemática de la divulgación descansa, por consiguiente, en la
difusión de la ciencia más allá de sus fronteras y, sobre todo, en
el hecho de que los científicos hagan suyos los nuevos métodos
derivados de las transformaciones sociales recientes.
La
divulgación masiva de la Ciencia es aún, como asegura Calvo
Hernando (Calvo Hernando: 2005), una actividad reciente, en la que se
hace imprescindible avanzar mediante estudios sistemáticos que
permitan formular una Teoría de la Comunicación de la Ciencia.
Pero, no cabe duda, que el análisis del problema de la CPCT exige
necesariamente una revisión multidisciplinar.
Para
Pierre Fayard (Fayard: 1988) la CPCT se inserta en el conjunto de las
industrias culturales, dentro del movimiento generalizado de
profesionalización y rentabilización de las actividades de
comunicación. El gran público pide también a la CPCT que asuma una
función de alerta y que le permita entender las líneas de fuerza
que hoy mueven las actividades de comunicación científica. Una
sociedad informada es capaz de tomar mejores decisiones.
La
CPCT tiene como objeto contribuir a reducir las barreras entre la
ciencia y el público. El esfuerzo que realiza la sociedad dotando al
sistema de Ciencia y Tecnología de recursos materiales y humanos
reclama en contrapartida una información cada vez más amplia y
rigurosa sobre la ciencia y la Tecnología que está financiando:
sobre su valor, sus aplicaciones, las posibilidades de desarrollo,
los problemas sociales que se pueden resolver o los nuevos problemas
que pueden surgir como consecuencia del desarrollo científico y
técnico, las opciones que se plantean en política científica, etc.
Además, la difusión de la cultura científico-técnica no sólo
satisface una demanda social sino que redunda a su vez en beneficio
del propio desarrollo del sistema. Una sociedad científicamente
culta estará mejor dispuesta a apoyar las actividades científicas y
tecnológicas, pero también estará más preparada para aprovechar
todas las oportunidades de innovación y de mejora del bienestar que
proporciona el desarrollo científico.
El
Plan Estratégico Nacional de Argentina de Ciencia, Tecnología e
Innovación “Bicentenario” (2006-2010) plantea que las políticas
públicas deben perseguir el objetivo de mejorar la valoración
social de las actividades de ciencia y tecnología. Se dice que el
país atravesó décadas de desmantelamiento de las estructuras
científico-tecnológicas y de desperdicio del capital social de la
investigación, lo que condujo a que la opinión pública no vincule
las actividades de investigación y desarrollo local con el
crecimiento económico y la calidad de vida. En función de esto se
sostiene que la percepción social tiene que ser revertida para que
la sociedad reclame y haga uso del conocimiento local. Y para esto,
se argumenta, habría que mantener políticas activas durante largo
tiempo como requisito para el surgimiento de un nuevo concepto de
aprovechamiento que se incorpore de manera plena a la
población.
Compartir
conocimiento más que repartir:
Para
que avancen las sociedades modernas es necesario el reparto del
saber, la democratización de la cultura, como ya lo sostuvo Philippe
Roqueplo hace más de treinta años. Porque el saber en sí mismo
incluye cierto poder. La ignorancia conduce a la alineación y a la
ruptura cultural entre ignorantes e instruidos. La divulgación
científica es un instrumento para la democracia, ya que conduce al
reparto del saber.
Tiene
la obligación de hacer lo posible para que la ciencia y la
tecnología no sirvan sólo para el enriquecimiento cultural y el
beneficio práctico de algunas naciones o sociedades privilegiadas o
de una minoría.
Al
mejorar la información de la población sobre el avance del
conocimiento científico permite a los ciudadanos:
4
Apreciar mejor la influencia de la ciencia y la tecnología en sus
vidas
4
Opinar sobre los avances de la ciencia
4
Tomar decisiones o adoptar posiciones en torno a los grandes debates
que plantean los nuevos descubrimientos, como por ejemplo el uso
racional de los recursos naturales.
Pero
para esto es necesario que estos temas se instalen en la opinión
pública que se forma a través de las distintas experiencias que
percibe el ciudadano cuando entra en contacto con los temas que lo
involucran.
Cómo
se instalan estos temas en la opinión pública, pues,
fundamentalmente, a través de la divulgación científica. Ya que
sus efectos son:
Mejorar
las relaciones del individuo con su entorno, fuertemente impregnado
de ciencia y tecnología
Ajustar
su imagen del mundo a la nueva realidad conocida
Reestructurar
sus hábitos de vida y sus actitudes
Suscitar
cambios en los comportamientos sociales
Si
bien el reparto del saber no hace sabia a la gente (como ver fútbol
no nos convierte en futbolistas) logra sensibilizar sobre la
importancia de las ciencias, genera interés por los resultados, crea
un clima favorable hacia cierta experimentación y provoca vocaciones
científicas.
Pero
los cambios radicales que ha experimentado la ciencia en el
transcurso del siglo XX han provocado el advenimiento de una tercera
revolución industrial –la de las nuevas tecnologías- que ha ido
acompañada por un nuevo paso adelante en la mundialización.
La
economía del conocimiento derivada de esa revolución ha hecho que
el saber y los recursos cognitivos se sitúen en el centro mismo de
la actividad humana y la dinámica social. ¿Significa esto que
presenciaremos en el siglo XXI el desarrollo de sociedades del
conocimiento compartido? La brecha digital no debe hacernos olvidar
que es la consecuencia de una escisión aún más grave. Hoy en día
es mayor que nunca la brecha cognitiva que separa los países ricos –
con un gran potencial de investigación e innovación, sistemas
educativos eficaces y centros de conocimiento y de cultura accesibles
a la inmensa mayoría de las naciones, donde los sistemas educativos
son deficientes, las instituciones de investigación carecen de
recursos y el potencial de conocimientos se ve gravemente afectado
por la fuga de cerebros.
Además,
entre las sociedades del conocimiento más adelantadas y las de los
países ricos que no invierten suficientemente en la investigación y
el saber se está abriendo una brecha, una segunda brecha, que
provoca también el éxodo de competencias de algunos países del
Norte hacia otros del mismo hemisferio. En el mundo que está
surgiendo ante nuestros ojos, la clave para lograr un nuevo tipo de
desarrollo, “inteligente”, humano y sostenible, será la
construcción de sociedades que compartan el conocimiento.
El
Informe Mundial de la UNESCO 2005 Hacia las sociedades del
conocimiento presenta un panorama prospectivo de los cambios que
estamos presenciando y plantea incógnitas: ¿Las nuevas tecnologías
son una panacea contra las desigualdades y la exclusión? ¿Cómo
vamos a vamos a organizar en el espacio público democrático el
debate sobre cuestiones éticas sin precedentes suscitadas por los
nuevos conocimientos y las nuevas técnicas como la genética, las
biotecnologías o las nanotecnologías? ¿Cómo se adoptarán las
decisiones en estos ámbitos? ¿Estamos asistiendo al nacimiento de
una conciencia planetaria de los riesgos que las actividades del ser
humano hacen correr a su propia especie y a la biosfera? ¿Nos
hallamos en presencia de un desarrollo de las “sociedades del
aprendizaje?” ¿Cómo construir auténticas sociedades del
conocimiento basadas en la educación para todos a lo largo de toda
la vida? ¿Qué fisonomía presentará, dentro de esta perspectiva,
la enseñanza superior del futuro?
Para
responder estas preguntas el informe Mundial de la UNESCO mencionado
propone la institución del “colaborativo” que propicia el
aprovechamiento compartido de la investigación científica entre los
países del Norte y del Sur, la creación de redes entre los centros
del conocimiento y el aprovechamiento común de la información
pertinente ofrecen algunas perspectivas prometedoras. En efecto, el
camino que conduce a las sociedades del conocimiento compartido no
exige solamente competición o emulación, sino también
cooperación.
Algunas
cuestiones que hoy se debaten en el plano mundial exigen que se
definan las normas que deberán prevalecer en las sociedades del
mañana: la salvaguarda de la diversidad cultural y lingüística, la
definición y extensión del ámbito del conocimiento de dominio
público, la solidaridad digital entre los países del Norte y los
del Sur, los problemas del derecho de autor y la propiedad
intelectual, y las relaciones entre el conocimiento y la sabiduría,
cuestiones todas que plantean problemas éticos. El primer Informe
Mundial de la UNESCO trata de explorar un futuro incierto,
proponiendo una serie de pistas para la reflexión y la acción. Pero
el propósito que fundamentalmente lo anima es promover el
aprovechamiento compartido de los conocimientos más que su reparto.